mujer caminando a un monumento

EMIGRAR COMO ADULTO: EN BUSCA DE UN NUEVO COMIENZO.

Tenía cuarenta y tantos años cuando decidí emigrar a otro país. Haber esperado demasiado por tal oportunidad hizo que la idea creciera tanto en mi cabeza que la fantasía hizo lo suyo, pero nada más lejos de la realidad.

Dejé mi lugar, familia, amigos y trabajo para aventurarme fuera de mi zona de confort. Me mudé a un lugar totalmente diferente a todo lo que había conocido hasta entonces. No fue fácil al principio. La barrera del idioma y la falta de conocimiento de las costumbres y tradiciones locales me hicieron sentir perdida y fuera de lugar. No fue así como la heroína (no la sustancia) en mi cabeza superó todos los obstáculos una vez que llegó a su destino en ese mundo imaginario. Sin embargo, aprendí algunas lecciones en el camino que me han ayudado a avanzar con un pensamiento más objetivo sobre quién soy en este mundo diverso.

En primer lugar, me he dado cuenta de que cada persona es un mundo y que cada uno tiene una historia única y una perspectiva diferente a la hora de vivir y apreciar la vida. Al principio, me costó entender algunas de las cosas que decían o hacían, pero con el tiempo llegué a comprender esas diferencias.

Al venir aquí, vi que podemos estar en comunión incluso con discrepancias significativas en nuestra forma de pensar y de vivir. Imagina compartir el mismo espacio en el trabajo con un musulmán, un ortodoxo y un católico, y que cada uno respete al otro, sus creencias, sus diferentes festividades, las formas de vestir, lo que come o no, o si él o ella , en el mismo mes, pinta huevos de Pascua o ayuna durante todo el día. Y no estoy hablando de un documental o una película, sino de algo que sorprendentemente puede suceder en la vida real. Descubrí que la diversidad es una de las cosas más hermosas que existen y que puede enriquecer nuestras vidas de formas que antes no imaginamos.

Otra lección que aprendí fue el hecho de que hay momentos en la vida en los que necesitas reinventarte. Al llegar aquí, me di cuenta de que mi experiencia y competencias no eran necesariamente relevantes para el mercado laboral local. Acostumbrada a trabajar en entornos de oficina, me vi obligada a encontrar nuevas formas de ganarme la vida y también de aprender otras habilidades. Cambiar una computadora por una cocina fue difícil, pero también fue una oportunidad para explorar nuevas áreas y descubrir cosas sobre mí de las que no tenía ni idea. Descubrí que soy capaz de cocinar platos deliciosos pero también que soy más fuerte y adaptable de lo que pensaba, y que siempre puedo aprender y crecer, sin importar mi edad o situación. Descubrí que el mundo es un lugar lleno de infinitas oportunidades y posibilidades.

Ahora, después más de un año en Montenegro, puedo decir que mi experiencia, a pesar de algunas piedras en el camino, ha sido muy enriquecedora. Aunque extraño a mi familia y amigos, he conocido a algunas personas increíbles que se han convertido en parte de mi «manada» pero en otro lugar. Estoy aprendiendo un nuevo idioma y sobre una nueva cultura, lo que ha ampliado mi visión del mundo. Y aunque no he tenido el mismo tipo de trabajo que tenía en casa, he encontrado formas de ganarme la vida que me permiten ser independiente, y también disfrutar con lo que hago.

Si estás pensando en emigrar en tu edad adulta avanzada, quiero decirte que sí es posible. Hoy puedo afirmar que no me arrepiento de la decisión que tomé en su momento. Sé que puede parecer intimidante y aterrador porque también me sucedió a mí, pero decidí apostarlo todo porque las condiciones a mi alrededor eran muy desfavorables. Preferí correr el riesgo antes que dejar pasar la oportunidad. Al menos en el futuro, no me arrepentiría de no haberlo aprovechado y de haberme quedado sólo con la idea, equivocada o no, de lo que hubiera podido ser mi vida si lo hubiera hecho. Suena como un trabalenguas pero no es más que la vida real.

Scroll al inicio